lunes, 16 de febrero de 2009

Para Rosa,, 3º Premio

Quisiera decirte primeramente cariño, que mi lamentable caída de mi caballo Aquiles" en el que practico a diario los ejercicios de equitación mas galardonados por los expertos con el afán de impresionarte, ni el hecho de que cuando salí despedido como una bala llevaba esa camiseta cursi con tu nombre, tenga que ver con el hecho de que te deseo con todo mi ser y te seguire deseando hasta el fin de mis días. Por lo menos que esto sirva de pretexto para escribir estas lineas de fuego por que cada palabra que habla de ti, queda grabada en mi alma como si de una vaquilla se tratara. ¿Qué me falta amor mío? ¿Me sobra algo? O será por los veinte centímetros de dolor penetrante. Si esos veinte centímetros de carne que amputaron de tu brazo derecho al derramar accidentalmente ese ácido imparcial de la clase de química. Sabes muy bien que solo quería ayudarte con el peso del frasco. En el mundo solo quedan dos caballeros: Don Quijote y yo. No te agobies, sabes que a mí no me afecta en lo más mínimo, la aperiencia interior es lo que cuenta. Sé que tampoco me perdonaste aquel trabajo de clase que trataba sobre la vida de personajes célebres. No se si fue por escoger a tu madre por la celebridad de concebir a un ser de tan sublime belleza, o por que en su contenido, en el que explicaba su profesión: esa de hacer felices a los hombres. Se que me crees un ser arrogante, incapaz de irradiar amor verdadero sin ningun tipo de interés, o de anteponer la vida de la persona amada a la propia: te equivocas. Si de algo estoy seguro en el mundo es de querete desde lo mas hondo de mis entrañas. Que si de algo he pecado es por proclamarte diosa del cielo y de la tierra, y por haberte mentido al principio de esta carta. Mi caballo se llama "Rosa" como tú; ya sé que no es un nombre apropiado para un semental inclusive puede parecer obsceno, pero eres tú el único animal que deseo cabalgar. También parecerá ridículo que lleve puesta una camiseta con tu nombre cuando te cabalgo. Disculpa, quiero decir, cuando cabalgo a Rosa: mi caballo. Pero no es casualidad, la llevo puesta todo el tiempo para comunicarle al mundo que te pertenezco que solo pienso en ti, que eres mi todo, que sin ti no soy nada. Que si pudiera arrancaría veinte centimetros de mí para dartelos y borraría de tu mente el rato de vergüenza que te hice pasar en clase por lo de tu madre, pero no puedo. Ni siquiera se cabalgar bien. Lo único que sé, y vuelvo a repetirlo es que "te amo" y que si aterrizé en el barro es porque barro soy aunque Miguel me llamen.

Con el corazón en la mano:


Tu angel de la guarda
Euclides Milán

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